DÍA MUNDIAL DEL AGUA
Texto de Miguel Valencia
El agua tiene varias dimensiones: la cultural, la ecológica y la sagrada.
En cada territorio sus habitantes tenían prácticas diferentes. Se dice que las religiones del medio oriente nacen de los pactos bereberes de los desiertos; históricamente, como gran apoyo a la conservación del agua y los acuerdos de paz entre los pueblos y la compasión por el más débil.
Se dice que las primeras leyes del mundo tenían como motivo el uso del agua.
Hasta la llegada de la tercera o cuarta revolución industrial brotan las "guerras del agua". Con el neoliberalismo se lleva a fondo la idea del agua como una mercancía más, sujeta al mercado. Se perdió la antigua sacralidad del agua y se crearon las condiciones para las guerras del agua.
Cada territorio tiene "su agua" es decir: la que permite la existencia de su diversidad biológica. La extracción excesiva de agua destruye el equilibrio ecológico del territorio. El excusado inglés, las grandes bombas y los grandes tubos son los principales enemigos de la conservación del agua. Las grandes presas y los trasvases de agua entre cuencas, constituyen grandes atentados contra la conservación del agua. La moderna tecnología del agua ignora totalmente la ecología del territorio. La revolución sanitaria resultó fracasada como la misma revolución industrial es un fracaso.
El uso
industrial del agua que incluye la industria agropecuaria representa la
mayor amenaza para la conservación del agua. Se utilizan cantidades
descomunales para la fabricación de cualquier producto industrial, muy
especialmente, los alimentos industrializados como los refrescos, bebidas y cervezas.
Desde hace más de 30
años, los grandes empresarios decidieron quitarle al Estado la
gestión del agua y colocarla como una mercancía igual que el petróleo o
la madera o los minerales. Canadá, el país con mayores reservas de agua,
rechazó la aplicación del TLC a los asuntos del agua y con Maude Barlow
a la cabeza, creó el Council of Canadians para frenar las
pretensiones de su gran vecino. Maude publicó su famoso libro El Oro
Azul que informa mundialmente la nueva situación del agua. En
Cochabamba, Bolivia, Oscar Olivera encabezó la primera "guerra por el agua" que
creó las condiciones, para eliminar la dictadura boliviana.
El agua embotellada es el representante de las ideas neoliberales, es la
privatización extrema del agua.
El ex-presidente Fox fue colocado por la
Coca-cola en ese puesto, para introducir la
privatización del agua a gran escala. Cristobal Jamie Jacques, prohombre de Coca-cola y de LALA fue nombrado como director
de la Comisión Nacional del Agua, es decir, las ovejas al cuidado del lobo. Ese gobierno empezó a repartir concesiones a gran escala y creó una Ley de Aguas tan
privatizadora como fuera posible; además, invitó a la gran mafia mundial
de ladrones del agua, el Foro Mundial del Agua integrado por las
mayores trasnacionales del agua: Suez, Nestlé, Veolia, Aguas de
Barcelona, Bechtel, para celebrar su gran encuentro en México 2006.
Se
privatizó la distribución del agua en varias ciudades de México, como
Saltillo, Puebla y otras. La Ciudad de México entregó parte de su
servicio público de agua a empresas privadas. El Banco Mundial ofreció
préstamos blandos, con el fin de que los municipios y las ciudades
entreguen su servicios públicos de agua a empresas privadas.
México abandonó,
desde la época de Salinas de G., el cuidado del agua municipal y el agua
entubada, para propiciar el consumo de agua embotellada y consiguió, en
esos años, el primer lugar mundial en consumo de refrescos y de agua embotellada, seguido muy de cerca por Italia.
Las botellas de plástico vacías
invaden todos los rincones del país y se descubren las grandes islas de
plástico en los océanos. El agua embotellada como cualquier alimento
industrializado se convierte pronto en alimento chatarra, sin el sabor
que le daba su origen territorial.
La
jurisprudencia mundial se niega a concederle sacralidad al agua, tal como
lo hace con el ser humano. La jurisprudencia de Estados Unidos se
decanta, en cambio, por la privatización del agua.
Las Leyes deben reconocer la sacralidad del agua y prohibir su mercantilización y su gestión extraterritorial.
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